domingo, 31 de mayo de 2009

Lem el herrero de Tagar.

Aunque la lectura del libro de mi amigo Jesús Vilches, el enviado, esta resultando un ejercicio agotador, por su increíble volumen, y mi corta capacidad de atención. El primer personaje de corte épico que el libro presenta, aun me tiene fascinado. Hasta el punto de que a forma de humilde tributo me he permitido escribir algunos fogonazos inspirados en el. Lem el herrero es un personaje al estilo de los que me gustan, gran corazón, anchas espaldas y voluntad pétrea. Aquí os presento un par de ellos, que rellenan uno de los aspectos más interesantes del personaje, su profesión.



Ni un centímetro queda ya sin pulir, paciente, sin apartar la mirada de la hoja, rebusco en el cubo de los paños. Sus manos removían las telas aceitadas en busca de un trozo suave y pequeño, mientras las pupilas caminaban por el filo buscando imperfecciones. No con una cadencia suave, se agitaban con violencia danzando frenéticas de brillo en brillo, revisando en busca de una muesca, mancha o irregularidad. Descansaron cuando la mano torpe rozo con su reverso un pedazo de tela de algodón, seco y suave, con restos de un fino aceite mineral cuyo aroma era inconfundible. Enterró la cara en la pieza de tela y respiro profundamente. No era un olor que muchos comprendieran, era intenso, suave y amargo, con notas que pellizcaban la memoria. Con el aroma en la boca, comenzó a frotar en círculos cerca del filo, cortos, rápidos, energéticos. Y el filo brillo tan claro a la tenue luz del candil que pareciese revelar la naturaleza del rostro que reflejaba. El rostro de hombre joven, la mente de un anciano lucido, el espíritu de un niño irritable.


Tensó los antebrazos, apretó los puños y los dientes, su cara se torno en la mueca de furia de una bestia herida de muerte. Pero nadie había en aquel cuarto mas que el y sus delirios. Así que con resignación, suspiro profundamente como lo haría una dama enamorada, relajo su cuerpo, y después su imaginación. Escogió un trozo de metal retorcido y ennegrecido, y pensó que si no podía hacer de el un buen cuchillo, entonces tendría motivos para enfurecerse.

sábado, 30 de mayo de 2009

Mas tonto que un pie

Ayer, por avatares del destino, y sutiles manipulaciones, (sutiles como un ataque aéreo con napalm) acabé en una disco caseta. Nadie más que yo ha criticado la feria, a los que van a la feria y los que montan la feria. Pero como aparte de aburrido, estoy últimamente de un hipócrita exasperante, voy y me lo paso pipa. Ya sea siendo atacado por un Tsumani de orines, un portero que esta mas fuerte que el vinagre, o la sutil sensación de estar perdiendo el tiempo y la salud; yo voy y me lo paso pipa. Por que limpiar alvero del único par de zapatillas que tengo, del único par de pantalones que me pongo y de la calva que parece que lo atraiga, es muy revitalizador.

Así puedo gastarme el dinero que no tengo en cubatas de garrafón, mojitos obscenamente malos, rebujito y vinos que se parecen mas a los fluidos corporales de algún insecto prehistórico. Así puedo lesionarme como un corredor de maratón en cuestión de dos horas de paseo inter-caseta, decirle estupideces a unos desconocidos, o levantarme todas las mañanas con temblores propios de un viejo achacoso. Pero bueno así puedo también desmoronarme en la cama sin meditar un segundo en lo improductivo del día.

Ni espirales ni vértices ni historias, que no estoy autocompasivo, lo que estoy es autocrítico, y bastante imbecil. Como cuando era un crío chico me como el puto huevo de codorniz esperando que no pase nada, y sabiendo que pasaría, devuelvo hasta los intestinos. Amigos la feria es una puta reunión de idiotas convencidos, y yo esta noche voy y me lo paso pipa.